Reproduciomos un
interesante artículo escrito por José Ramón Navarro y que hemos leído en
infoelder.com.
Los factores de riesgo cardiovascular como el tabaquismo, la
obesidad y la Diabetes son especialmente peligrosos en la tercera edad.
José – Ramón Navarro, médico y colaborador experto en Infoelder nos comenta 8
factores que incrementan el riesgo de complicaciones del corazón.
1. El exceso de peso que supone la obesidad se
combate con una dieta que suministre las calorías necesarias al individuo al
que se trata y que contenga una razonable proporción de los principios
inmediatos (hidratos de carbono o azúcares, proteínas tanto vegetales como
animales y grasas) y los imprescindibles micronutrientes (principalmente
minerales); evitando una dieta monótona, que produciría rechazo, mediante la
confección de recetas que se distingan entre todos los días de la semana.
2. La hipertensión arterial genera
un elevado riesgo de padecer una enfermedad coronaria, un accidente
cerebrovascular, así como una insuficiencia cardiaca o vasculorrenal. De modo
que cuando se compruebe la existencia de hipertensión arterial se debe continuar (o
iniciar, en su caso) el tratamiento antihipertensivo (farmacológico o no, pero
siempre dietético) para logar su control.
Los hipertensos deben tratarse siempre, incluso los pacientes de
más de 70 años, si bien en el caso de ellos no se debe pretender rebajar las
cifras de tensión arterial a los mismos niveles que en los jóvenes y maduros:
una rebaja moderada de la presión diastólica (o mínima) produce una disminución
muy sensible de la probabilidad de padecer un infarto de miocardio, en tanto
que una disminución más intensa de este parámetro incrementa la probabilidad de
padecer el accidente coronario agudo necrótico.
Está bien demostrado que hay una relación inversa entre las
cifras de las tensiones diastólica y sistólica (máxima y mínima) y la tasa de
mortalidad en personas de más de 85 años: en los muy viejos, el aumento
moderado de la presión arterial puede ser la demostración de que su aparato
cardiovascular funciona adecuadamente; por más que el Estudio Framinghan
demostró que la
hipertensión sistólica (máxima) del anciano es un factor de riesgo por
cuanto que traduce la presente afectación del árbol arterial (arterioesclerosis,
cuando no una ateroesclerosis de sus arterias).
3. La diabetes mellitus ha sido
definida recientemente por la OMS como una enfermedad metabólica con
repercusiones cardiovasculares. Este espaldarazo a su carácter de aceleradora
de la ateromatosis vascular basta para hacer entender que debe ser perseguida
su presencia y tratada y controlada en cuanto se la encuentre; en la
advertencia que las crisis de hipoglucemia son ciertamente peligrosas para el
cerebro. Ahora es momento de decir que es suficiente control evitar la
glucosuria (azúcar expulsada por la orina), teniendo en cuenta que el dintel
renal de la glucosa aumenta con la esclerosis –tan frecuente en el anciano- de
la víscera.
4. El tabaquismo lleva
consigo dos grandes peligros: la nicotina, alcaloide responsable de la adición
al tabaco y causante del daño al aparato circulatorio por su propiedad
vasoconstrictora y estimulante de la secreción de adrenalina; y el alquitrán
causante siempre de afectación bronquial y aleatoriamente de cáncer de pulmón.
Y ello sin contar el gran número de sustancias (papel del cigarrillo,
monóxido de carbono) que con el humo se introducen en el árbol respiratorio y
sangre del fumador.
En relación con el no fumador, el fumador moderado se expone a
un riesgo superior al 50% de llegar a sufrir enfermedad coronaria y el fumador
inveterado y severo al 200%. En el caso del anciano merece la pena apoyarlo en
el intento de abandono del tabaquismo por cuanto que no existe edad en que no
haya posibilidad de beneficiarse por el abandono de tan nefasto hábito; por más
que no haya mayor inconveniente en permitir a una persona de edad avanzada que
fume ocasionalmente un cigarrillo o habitualmente tres o cuatro al día.
5. El exceso de colesterol en
sangre ha sido un problema debatido, discutido y modificado a lo
largo del tiempo, desde que se extrajeron los primeros datos en el inicial
Estudio de Framinghan: habiéndose realizado una investigación puramente
estadística sobre una muestra de población poco amplia y por tanto poco significativa,
se ha ido rebajando la cifra máxima de colesterol total considerada como
normal, así como se han cambiado algunos conceptos primigeniamente admitidos.
De modo que aquellos primeros estudios indujeron a creer que el colesterol
total perdía su poder predictivo con la edad, mientras que lo conservaba el
HDL-colesterol (el conocido popularmente como colesterol “bueno”), pero la
ampliación de los estudios demostró que el colesterol total conservaba su poder
predictivo durante toda la vida, llegando a admitirse en la época actual
que también lo conservan el descenso del HDL y, en forma inversa, el aumento
del LDL-colesterol (colesterol “malo”). Y el famoso estudio evidenció que el
aumento de los triglicéridos, con sus VLDL, puede ser un predictor más fiable
que el LDL-colesterol en el caso de mujeres de más de 50 años.
6. El estrés es un
agente que determina la aparición secundaria de factores de riesgo de carácter
psicosocial. Pues si bien es cierto que en la tercera edad desaparece el
estrés que pueda conllevar el trabajo, también es que aparecen otras
situaciones productoras de aquel agente: las crecientes dificultades
económicas, así como las cada vez mayores dificultades para sintonizar con el
entorno físico y social.
Además del aumento de la homocisteina en el plasma sanguíneo
–importantísimo y fuerte e independiente predictivo de padecimiento
cardiovascular, al que todavía no se le presta toda la atención que merece y al
que por ello le dedicaremos unos cuantos párrafos aparte- exponemos ahora dos factores
de riesgo cardiovascular a los que, a pesar de su abundante presencia y tiempo
de existencia, no se les suele citar en el capítulo que estamos tratando:
7. La exposición al frío produce
en los países nórdicos un aumento no sólo de la morbilidad sino también de la
mortalidad cardiovascular durante la época invernal, especialmente entre los
ancianos que sufren de hipertensión y que en sus hogares disponen de pobre o
ninguna calefacción.
Lo cual sugiere que los ancianos que padecen anomalías de
estructura y función de su aparato circulatorio se beneficiarían de una buena
protección frente al frío en lo que se refiere al sufrimiento de enfermedades
cardiovasculares, a las que son tan propensos.
Fuente: infoelder.com
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