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jueves, 26 de enero de 2012

8 factores de riesgo cardiovascular en la vejez

Reproduciomos un interesante artículo escrito por José Ramón Navarro y que hemos leído en infoelder.com.


Los factores de riesgo cardiovascular  como el tabaquismo, la obesidad y la Diabetes son especialmente peligrosos en la tercera edad.  José – Ramón Navarro, médico y colaborador experto en Infoelder nos comenta 8 factores que incrementan el riesgo de complicaciones del corazón.


Foto por Lori y todd


1. El exceso de peso que supone la obesidad se combate con una dieta que suministre las calorías necesarias al individuo al que se trata y que contenga una razonable proporción de los principios inmediatos (hidratos de carbono o azúcares, proteínas tanto vegetales como animales y grasas) y los imprescindibles micronutrientes (principalmente minerales); evitando una dieta monótona, que produciría rechazo, mediante la confección de recetas que se distingan entre todos los días de la semana.

 La sal es un alimento muy importante de la dieta, de la cual es muy conveniente tomar una cantidad diaria que no rebase los 5 gramos; lo que se logra utilizando un mínimo al cocinar, además de evitando salar la carne y el pescado. Así también se debe despreciar todo alimento que se expenda en lata o en frasco de cristal cerrados; pues las conservas se consiguen mediante la adición de sal –cloruro, benzoato sódico…- al alimento, en cantidad capaz de eliminar los gérmenes causantes de la fermentación o putrefacción al privarlos de agua por simple ósmosis. Y ni que decir tiene que hay que suprimir de la dieta las aguas minerales que contengan sodio.

2. La hipertensión arterial genera un elevado riesgo de padecer una enfermedad coronaria, un accidente cerebrovascular, así como una insuficiencia cardiaca o vasculorrenal. De modo que cuando se compruebe la existencia de hipertensión arterial se debe continuar (o iniciar, en su caso) el tratamiento antihipertensivo (farmacológico o no, pero siempre dietético) para logar su control.

Los hipertensos deben tratarse siempre, incluso los pacientes de más de 70 años, si bien en el caso de ellos no se debe pretender rebajar las cifras de tensión arterial a los mismos niveles que en los jóvenes y maduros: una rebaja moderada de la presión diastólica (o mínima) produce una disminución muy sensible de la probabilidad de padecer un infarto de miocardio, en tanto que una disminución más intensa de este parámetro incrementa la probabilidad de padecer el accidente coronario agudo necrótico.

Está bien demostrado que hay una relación inversa entre las cifras de las tensiones diastólica y sistólica (máxima y mínima) y la tasa de mortalidad en personas de más de 85 años: en los muy viejos, el aumento moderado de la presión arterial puede ser la demostración de que su aparato cardiovascular funciona adecuadamente; por más que el Estudio Framinghan demostró que la hipertensión sistólica (máxima) del anciano es un factor de riesgo por cuanto que traduce la presente afectación del árbol arterial (arterioesclerosis, cuando no una ateroesclerosis de sus arterias).

3. La diabetes mellitus ha sido definida recientemente por la OMS como una enfermedad metabólica con repercusiones cardiovasculares. Este espaldarazo a su carácter de aceleradora de la ateromatosis vascular basta para hacer entender que debe ser perseguida su presencia y tratada y controlada en cuanto se la encuentre; en la advertencia que las crisis de hipoglucemia son ciertamente peligrosas para el cerebro. Ahora es momento de decir que es suficiente control evitar la glucosuria (azúcar expulsada por la orina), teniendo en cuenta que el dintel renal de la glucosa aumenta con la esclerosis –tan frecuente en el anciano- de la víscera.

4. El tabaquismo lleva consigo dos grandes peligros: la nicotina, alcaloide responsable de la adición al tabaco y causante del daño al aparato circulatorio por su propiedad vasoconstrictora y estimulante de la secreción de adrenalina; y el alquitrán causante siempre de afectación bronquial y aleatoriamente de cáncer de pulmón. Y ello sin contar el gran número de sustancias  (papel del cigarrillo, monóxido de carbono) que con el humo se introducen en el árbol respiratorio y sangre del fumador.

En relación con el no fumador, el fumador moderado se expone a un riesgo superior al 50% de llegar a sufrir enfermedad coronaria y el fumador inveterado y severo al 200%. En el caso del anciano merece la pena apoyarlo en el intento de abandono del tabaquismo por cuanto que no existe edad en que no haya posibilidad de beneficiarse por el abandono de tan nefasto hábito; por más que no haya mayor inconveniente en permitir a una persona de edad avanzada que fume ocasionalmente un cigarrillo o habitualmente tres o cuatro al día.

5. El exceso de colesterol en sangre ha sido un problema debatido, discutido y modificado a lo largo del tiempo, desde que se extrajeron los primeros datos en el inicial Estudio de Framinghan: habiéndose realizado una investigación puramente estadística sobre una muestra de población poco amplia y por tanto poco significativa, se ha ido rebajando la cifra máxima de colesterol total considerada como normal, así como se han cambiado algunos conceptos primigeniamente admitidos. De modo que aquellos primeros estudios indujeron a creer que el colesterol total perdía su poder predictivo con la edad, mientras que lo conservaba el HDL-colesterol (el conocido popularmente como colesterol “bueno”), pero la ampliación de los estudios demostró que el colesterol total conservaba su poder predictivo durante toda la vida, llegando a admitirse  en la época actual que también lo conservan el descenso del HDL y, en forma inversa, el aumento del LDL-colesterol (colesterol “malo”). Y el famoso estudio evidenció que el aumento de los triglicéridos, con sus VLDL, puede ser un predictor más fiable que el LDL-colesterol en el caso de mujeres de más de 50 años.

6. El estrés es un agente que determina la aparición secundaria de factores de riesgo de carácter psicosocial.  Pues si bien es cierto que en la tercera edad desaparece el estrés que pueda conllevar el trabajo, también es que aparecen otras situaciones productoras de aquel agente: las crecientes dificultades económicas, así como las cada vez mayores dificultades para sintonizar con el entorno físico y social.

Además del aumento de la homocisteina en el plasma sanguíneo –importantísimo y fuerte e independiente predictivo de padecimiento cardiovascular, al que todavía no se le presta toda la atención que merece y al que por ello le dedicaremos unos cuantos párrafos aparte- exponemos ahora dos factores de riesgo cardiovascular a los que, a pesar de su abundante presencia y tiempo de existencia, no se les suele citar en el capítulo que estamos tratando:

7. La exposición al frío produce en los países nórdicos un aumento no sólo de la morbilidad sino también de la mortalidad cardiovascular durante la época invernal, especialmente entre los ancianos que sufren de hipertensión y que en sus hogares disponen de pobre o ninguna calefacción.

Lo cual sugiere que los ancianos que padecen anomalías de estructura y función de su aparato circulatorio se beneficiarían de una buena protección frente al frío en lo que se refiere al sufrimiento de enfermedades cardiovasculares, a las que son tan propensos.

8. La hipertrofia del ventrículo izquierdo, tan frecuente en el anciano que ha sufrido largamente de hipertensión u otras afecciones, y que se pueda probar –preferiblemente por ecocardiografía, para mayor seguridad- es, por sí misma, un atendible predictor de riesgo cardiovascular. La razón es, escuetamente, bien clara: la hipertrofia significa un aumento de la masa miocárdica, la cual exige un buen aporte sanguíneo para su adecuada nutrición. El aporte lo recibe a través de las ramas coronarias; pero resulta que el músculo ha aumentado en progresión geométrica, en tanto que el crecimiento de las ramas arteriales se ha hecho en progresión aritmética. Esta desproporción facilita, a la menor dificultad al flujo coronario, la aparición de una coronariopatía necrótica.


Fuente: infoelder.com

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